- Jue, 08 Dic 2022, 03:44
#1194
Avedillo de Sanabria, Zamora. Año 1576 de la era de nuestro señor.
Las nieves aplastan nuestros pastos y además el reino está revolucionado, “La Bestia” ha vuelto a aparecer. Ahora, un decreto real, obliga a todo hombre capaz de sostener un arma a defender el reino de cualquier enemigo. Los prohombres de la ciudad partimos de cacería hacía un viaje que probablemente no tenga retorno.
El silencio en el bosque es espectral, solo roto por el crujir de nuestros pasos sobre la nieve. Encabezados por militares, recibimos la orden de separarnos por el blanco y gélido robledal para abarcar más. Los gritos rompen el sonido monótono de las botas al andar sobre el manto blanco, algo ha sucedido. La comitiva se arremolina sobre un cadáver, el inquisidor Lázaro de Fuensanta yace muerto en el suelo, le falta gran parte de su torso y su sangre brota roja con el tono del más apetecible vino tinto. “La Bestia” le ha arrancado parte de su pecho y sus ropajes.
Un hombre me mira atónito, ha visto que entre mis dientes surge un trozo de tela idéntico al de la túnica del inquisidor muerto. Huyo sobre mis cuatro extremidades de los fogonazos que los mosquetes propinan sobre mí. Dejo todo atrás.
A salvo, escribo ahora estas notas para el recuerdo, por lo que pueda pasar. Una vez fui don Rodolfo Licopodio, un humilde contable real que por grotescos acontecimientos vive maldecido por estos tiempos sombríos que nos invaden.
Las nieves aplastan nuestros pastos y además el reino está revolucionado, “La Bestia” ha vuelto a aparecer. Ahora, un decreto real, obliga a todo hombre capaz de sostener un arma a defender el reino de cualquier enemigo. Los prohombres de la ciudad partimos de cacería hacía un viaje que probablemente no tenga retorno.
El silencio en el bosque es espectral, solo roto por el crujir de nuestros pasos sobre la nieve. Encabezados por militares, recibimos la orden de separarnos por el blanco y gélido robledal para abarcar más. Los gritos rompen el sonido monótono de las botas al andar sobre el manto blanco, algo ha sucedido. La comitiva se arremolina sobre un cadáver, el inquisidor Lázaro de Fuensanta yace muerto en el suelo, le falta gran parte de su torso y su sangre brota roja con el tono del más apetecible vino tinto. “La Bestia” le ha arrancado parte de su pecho y sus ropajes.
Un hombre me mira atónito, ha visto que entre mis dientes surge un trozo de tela idéntico al de la túnica del inquisidor muerto. Huyo sobre mis cuatro extremidades de los fogonazos que los mosquetes propinan sobre mí. Dejo todo atrás.
A salvo, escribo ahora estas notas para el recuerdo, por lo que pueda pasar. Una vez fui don Rodolfo Licopodio, un humilde contable real que por grotescos acontecimientos vive maldecido por estos tiempos sombríos que nos invaden.
Última reactivación por Anonymous en Jue, 08 Dic 2022, 03:44