- Mar, 15 Nov 2022, 10:06
#1161
DE PRONTO NO ERA EL VIENTO
Esa noche me desperté sobresaltado al escuchar la sinfonía de goznes de las puertas entreabriéndose. Me sentía inquieto y ya no podía conciliar el sueño. Salí de mi alcoba con pasos sigilosos, empuñando con las dos manos un pedazo de palo que había encontrado para defenderme contra cualquier súbita e inesperada agresión. Me atemorizaba pensar que había algún ladrón dentro de la casa con la intención de robar mi dinero, mis joyas. Revisé los pasillos, las antesalas, y entreabrí las puertas de las otras habitaciones con sigiloso cuidado. Pero todo parecía estar en orden. Al llegar a la sala principal encontré las ventanas repentinamente abiertas, de par en par. Me atemoricé sobrecogido. Me armé de valor, empuñando la estaca de madera entre mis manos, presintiendo la presencia de algún invasor. Pasados unos minutos de espera y zozobra todo siguió igual, sólo se escuchaba la orquesta del viento ejecutando sus invisibles instrumentos. Como no encontré nada ni nadie sospechoso, supuse que era el viento que se había colado salvajemente dentro de la casa. Pero este viento era seco, indolente, humano, de forajidos clamores. Me asusté demasiado; de pronto no era el viento…

Esa noche me desperté sobresaltado al escuchar la sinfonía de goznes de las puertas entreabriéndose. Me sentía inquieto y ya no podía conciliar el sueño. Salí de mi alcoba con pasos sigilosos, empuñando con las dos manos un pedazo de palo que había encontrado para defenderme contra cualquier súbita e inesperada agresión. Me atemorizaba pensar que había algún ladrón dentro de la casa con la intención de robar mi dinero, mis joyas. Revisé los pasillos, las antesalas, y entreabrí las puertas de las otras habitaciones con sigiloso cuidado. Pero todo parecía estar en orden. Al llegar a la sala principal encontré las ventanas repentinamente abiertas, de par en par. Me atemoricé sobrecogido. Me armé de valor, empuñando la estaca de madera entre mis manos, presintiendo la presencia de algún invasor. Pasados unos minutos de espera y zozobra todo siguió igual, sólo se escuchaba la orquesta del viento ejecutando sus invisibles instrumentos. Como no encontré nada ni nadie sospechoso, supuse que era el viento que se había colado salvajemente dentro de la casa. Pero este viento era seco, indolente, humano, de forajidos clamores. Me asusté demasiado; de pronto no era el viento…
