- Jue, 01 Dic 2022, 16:23
#1214
En son de paz
Dejó al bebé, por fin dormido, en su cuna, y decidió aprovechar para realizar algunas tareas del hogar; disponía ahora, si el pequeño no volvía a despertarse, de varias horas «libres» por delante. Tenía colada de la que ocuparse. Recoger los platos. Darle un repaso al suelo. Y un largo etcétera. Luego, se daría una ducha. Pero lo primero, lo que más le urgía, era seguir las noticias. Eran todas, desde que había empezado la emisión, hacía ya unas horas, bastante preocupantes.
Había llegado una enorme nave espacial.
Sabían, desde hacía tiempo, de la existencia de vida en otros planetas. Pero lejanos, eso sí. Así que la visita no dejaba de ser inesperada. Ahora lo prioritario era determinar las intenciones de los visitantes. Encendió la radio. No tuvo que buscar: todos los canales hablaban del suceso. Se había producido un avance. Uno de los visitantes había salido de la nave en su traje espacial y, por medio de signos, había conseguido transmitir su primer mensaje: «Venimos en son de paz».
Sintió alivio y respiró tranquila por primera vez en horas. Entonces se dispuso a empezar sus tareas. Pero la detuvo el sonido del teléfono. Levantó el auricular. Era su marido. Llamaba desde el trabajo, el Centro Astronómico.
―Cariño ―le dijo―, ¿has escuchado las noticias?
―Sí ―contestó ella―. ¿No es maravilloso?
―No, cielo, no lo es. Es muy preocupante. Prepara maletas con ropa imprescindible. Coge también comida y carga el vehículo con todo. Llegaré a casa en cuanto pueda. Salimos para el norte esta tarde.
―No entiendo ―dijo ella desconcertada.
―En el Centro hemos determinado el origen de la nave. Los visitantes son humanos.
―¿Humanos? ―preguntó ella sintiendo un escalofrió.
―Sí.
Se oyó de repente llorar al bebé: había vuelto a despertarse.
Dejó al bebé, por fin dormido, en su cuna, y decidió aprovechar para realizar algunas tareas del hogar; disponía ahora, si el pequeño no volvía a despertarse, de varias horas «libres» por delante. Tenía colada de la que ocuparse. Recoger los platos. Darle un repaso al suelo. Y un largo etcétera. Luego, se daría una ducha. Pero lo primero, lo que más le urgía, era seguir las noticias. Eran todas, desde que había empezado la emisión, hacía ya unas horas, bastante preocupantes.
Había llegado una enorme nave espacial.
Sabían, desde hacía tiempo, de la existencia de vida en otros planetas. Pero lejanos, eso sí. Así que la visita no dejaba de ser inesperada. Ahora lo prioritario era determinar las intenciones de los visitantes. Encendió la radio. No tuvo que buscar: todos los canales hablaban del suceso. Se había producido un avance. Uno de los visitantes había salido de la nave en su traje espacial y, por medio de signos, había conseguido transmitir su primer mensaje: «Venimos en son de paz».
Sintió alivio y respiró tranquila por primera vez en horas. Entonces se dispuso a empezar sus tareas. Pero la detuvo el sonido del teléfono. Levantó el auricular. Era su marido. Llamaba desde el trabajo, el Centro Astronómico.
―Cariño ―le dijo―, ¿has escuchado las noticias?
―Sí ―contestó ella―. ¿No es maravilloso?
―No, cielo, no lo es. Es muy preocupante. Prepara maletas con ropa imprescindible. Coge también comida y carga el vehículo con todo. Llegaré a casa en cuanto pueda. Salimos para el norte esta tarde.
―No entiendo ―dijo ella desconcertada.
―En el Centro hemos determinado el origen de la nave. Los visitantes son humanos.
―¿Humanos? ―preguntó ella sintiendo un escalofrió.
―Sí.
Se oyó de repente llorar al bebé: había vuelto a despertarse.