- Mar, 06 Dic 2022, 00:05
#1224
Casi se podía mascar el sonido, mandíbulas desgarrando fibra a fibra la carne del único amigo que Rogelia tenía, el único que había continuado con ella después de su «pequeño accidente».
Desde detrás de la mesa, la joven continuaba con los ojos cerrados y los puños apretados hasta el punto de clavarse sus propias uñas en las resecas palmas. Trató de fingir que no oía nada; si no era consciente de lo que sucedía, no tenía por qué salir a ayudar, ¿verdad?
Sin embargo, no parecía que lo que fuera que estuviera desmenuzando a su amigo tuviera intención de dejarla obviar la situación, pues mordió con tal fuerza a su víctima que esta soltó un gemido que Rogelia ya no podría obviar de forma alguna.
A pesar de tener en su interior un alma extremadamente violenta, la vida de la chica se componía en evitar que ésta saliera a la luz, por lo que trató de pensar en una solución que no pasara por agarrar el atizador junto a ella y usarlo a modo de florete sobre el atacante.
Rastreó su mente en busca de las formas más creativas de llevar a cabo «el rescate» sin comprometer aún más su propia esencia sin resultado alguno. Solo existía una forma de minimizar el daño causado: no abriría los ojos. Si no lo veía, sería menos real.
De un ágil salto perfeccionado en una vida de huidas continuas, se dio la vuelta y embistió allí de dónde provenía el sonido sin mayor problema. Aguardó un instante, esperando oír los gañidos de alivio de su amigo para saber hacia dónde girarse sin tener que ver a su víctima.
La ausencia de sonido consiguió agriarle el paladar. Cuando abrió los ojos, ya sabía lo que se iba a encontrar: allí solo había estado su amigo.
Desde detrás de la mesa, la joven continuaba con los ojos cerrados y los puños apretados hasta el punto de clavarse sus propias uñas en las resecas palmas. Trató de fingir que no oía nada; si no era consciente de lo que sucedía, no tenía por qué salir a ayudar, ¿verdad?
Sin embargo, no parecía que lo que fuera que estuviera desmenuzando a su amigo tuviera intención de dejarla obviar la situación, pues mordió con tal fuerza a su víctima que esta soltó un gemido que Rogelia ya no podría obviar de forma alguna.
A pesar de tener en su interior un alma extremadamente violenta, la vida de la chica se componía en evitar que ésta saliera a la luz, por lo que trató de pensar en una solución que no pasara por agarrar el atizador junto a ella y usarlo a modo de florete sobre el atacante.
Rastreó su mente en busca de las formas más creativas de llevar a cabo «el rescate» sin comprometer aún más su propia esencia sin resultado alguno. Solo existía una forma de minimizar el daño causado: no abriría los ojos. Si no lo veía, sería menos real.
De un ágil salto perfeccionado en una vida de huidas continuas, se dio la vuelta y embistió allí de dónde provenía el sonido sin mayor problema. Aguardó un instante, esperando oír los gañidos de alivio de su amigo para saber hacia dónde girarse sin tener que ver a su víctima.
La ausencia de sonido consiguió agriarle el paladar. Cuando abrió los ojos, ya sabía lo que se iba a encontrar: allí solo había estado su amigo.