Sugisawa era una aldea normal y corriente situada en las profundidades de las montañas de Aomori. Escasamente poblada, su quehacer diario transcurrió sin grandes sobresaltos durante años en ese sopor en el que parece que las cosas nunca cambian. Y así permaneció todo, hasta una noche en la que uno de los vecinos enloqueció, y asesinó a toda la aldea para, por último, suicidarse.

Cuando las autoridades llegaron al lugar de los hechos y vieron el horror que allí había acaecido, decidieron que la aldea debería de permanecer para siempre abandonada, por lo que borraron su existencia de todos los mapas.

Sin embargo, lejos de derribar las casas y asolar el lugar, lo dejaron todo tal cual lo encontraron. El pobre incauto que ose entrar en la aldea, encontrará una estampa parecida a las de Chernóbil, estampas de una vida que se detuvo sin previo aviso. Pero eso será lo menos sorprendente, pues según la leyenda las paredes de las casas aún rezuman la sangre de aquellos que fueron asesinados en ellas y cuyos espíritus ahora vagan sin descanso por la zona, maldiciendo irremediablemente a quien les visite.

Siguiendo los rumores de la leyenda, la aldea no puede ser encontrada siguiendo los caminos de montaña normales, sino que hay que abandonarlos para ir campo a través. El viajero sabrá que ha llegado a la fatídica villa cuando encuentre un antiguo toriijunto a una roca tallada con forma de calavera y un cartel que advierte: "Entre bajo su propia responsabilidad".

En mi canal de Youtube he subido el segundo episodio de Japón Oculto en el que, además de contar la leyenda, explico cómo se da esta a conocer a las masas de japoneses que se lanzaron al monte a la búsqueda de la mítica aldea, y cuál es la aldea real en la que está inspirada, así como el misterio que hoy sigue perdurando acerca del origen de la propia leyenda.