- Jue, 21 Abr 2022, 12:04
#152

Cuando hablemos de pueblos fantasmas, malditos o embrujados nos vienen a la mente esas imágenes de sitios lúgubres que nos recuerdan al infierno.
Pero un pueblo maldito lo es "oficialmente" si la iglesia católica lo considera así, como es el caso del municipio de Trasmoz, en la provincia de Zaragoza que es la única población de España que ha sido excomulgada por la Iglesia Católica tras considerarlo maldito.
Su afán por la brujería, la magia y las tradiciones paganas en la Edad Media le situaron en la diana del clero. A día de hoy, tan sólo el Papa podría quitarle la situación de ‘maldito’ y excomulgado.
En el medievo, Trasmoz era un refugio del laicismo inalcanzable para la Iglesia Católica. Todos los pueblos de alrededor eran dependientes de la moral que imponía el Monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, excepto Trasmoz.
Según las leyendas de la zona, las brujas se resguardaban en Trasmoz -en su época de máximo apogeo- para salvarse de la ‘quema’ que proponía la Iglesia a todo aquel que no siguiera la fe católica. Lo cual, incentivaba que en Trasmoz hubiera aquelarres, actos paganos y sacrificios de manera habitual.
A su vez, Trasmoz tenía la potestad de impedir que el Monasterio de Veruela mantuviera un control absoluto sobre el territorio, algo que no sucedía con el resto de pueblos de la zona.
Trasmoz era un poblado casi anárquico: totalmente independiente, por ejemplo en el uso del agua, y con más derechos otorgados por la Corona lo que le daba más autonomía. E incluso llegó a acuñar su propia moneda en el Castillo de la población.
En 1255, el Abad del Monasterio de Veruela, tras la ‘rebeldía’ de Trasmoz al no hacerse sumiso a la orden de la Iglesia Católica, decidió propagar una maldición sobre el pueblo. De esta manera se convirtió en el único pueblo maldito del mundo. El Abad decidió colocar una gran cruz con un velo negro en la entrada del pueblo como símbolo de la maldición que pesaba sobre Trasmoz.
En 1511, 256 años después de aquel episodio, un nuevo conflicto entre ambos, en esta ocasión provocado por el uso del agua, añade más leña al fuego. El superior de la comunidad lanza una maldición sobre el señor de Trasmoz, sus descendientes y toda la aldea, convirtiéndola desde entonces en un pueblo maldito. Hoy, el único pueblo maldito de toda España.
A pesar de que se conoce el origen de la decisión, no son pocas las leyendas de aquelarres, fiestas paganas, brujas y sus brujerías que caen sobre el pueblo y su castillo.
Incluso el mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer dedicó al castillo y al pueblo tres cartas de su obra Desde mi celda, que escribió cuando residía en el monasterio de Veruela, aquejado de tuberculosis.
A partir de testimonios del lugar, Bécquer narra la muerte de Tía Casca, considerada la última bruja de Trasmoz, despeñada por un barranco por sus vecinos, hartos de sus hechizos y males de ojo. Se dice que desde entonces -era el siglo XIX-, su espíritu vaga por el pueblo ya que tal era su maldad, que ni el mismísimo demonio la aceptó en el infierno.
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el pueblo maldito

Cuando hablemos de pueblos fantasmas, malditos o embrujados nos vienen a la mente esas imágenes de sitios lúgubres que nos recuerdan al infierno.
Pero un pueblo maldito lo es "oficialmente" si la iglesia católica lo considera así, como es el caso del municipio de Trasmoz, en la provincia de Zaragoza que es la única población de España que ha sido excomulgada por la Iglesia Católica tras considerarlo maldito.
Su afán por la brujería, la magia y las tradiciones paganas en la Edad Media le situaron en la diana del clero. A día de hoy, tan sólo el Papa podría quitarle la situación de ‘maldito’ y excomulgado.
En el medievo, Trasmoz era un refugio del laicismo inalcanzable para la Iglesia Católica. Todos los pueblos de alrededor eran dependientes de la moral que imponía el Monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, excepto Trasmoz.
Según las leyendas de la zona, las brujas se resguardaban en Trasmoz -en su época de máximo apogeo- para salvarse de la ‘quema’ que proponía la Iglesia a todo aquel que no siguiera la fe católica. Lo cual, incentivaba que en Trasmoz hubiera aquelarres, actos paganos y sacrificios de manera habitual.
A su vez, Trasmoz tenía la potestad de impedir que el Monasterio de Veruela mantuviera un control absoluto sobre el territorio, algo que no sucedía con el resto de pueblos de la zona.
Trasmoz era un poblado casi anárquico: totalmente independiente, por ejemplo en el uso del agua, y con más derechos otorgados por la Corona lo que le daba más autonomía. E incluso llegó a acuñar su propia moneda en el Castillo de la población.
En 1255, el Abad del Monasterio de Veruela, tras la ‘rebeldía’ de Trasmoz al no hacerse sumiso a la orden de la Iglesia Católica, decidió propagar una maldición sobre el pueblo. De esta manera se convirtió en el único pueblo maldito del mundo. El Abad decidió colocar una gran cruz con un velo negro en la entrada del pueblo como símbolo de la maldición que pesaba sobre Trasmoz.
“Danos tu ayuda contra el adversario, porque es inútil el auxilio de los hombres; Con Dios alcanzaremos la victoria, y él aplastará a nuestros enemigos”.Así reza el salmo 108 del Libro de los Salmos con el que quedó maldecido el pueblo de Trasmoz, sus descendientes y todo un pueblo. El salmo y un crucifijo con un velo negro que el abad puso en el altar hicieron de éste lugar un sitio singular en el mundo.
En 1511, 256 años después de aquel episodio, un nuevo conflicto entre ambos, en esta ocasión provocado por el uso del agua, añade más leña al fuego. El superior de la comunidad lanza una maldición sobre el señor de Trasmoz, sus descendientes y toda la aldea, convirtiéndola desde entonces en un pueblo maldito. Hoy, el único pueblo maldito de toda España.
leyendas
Incluso el mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer dedicó al castillo y al pueblo tres cartas de su obra Desde mi celda, que escribió cuando residía en el monasterio de Veruela, aquejado de tuberculosis.
A partir de testimonios del lugar, Bécquer narra la muerte de Tía Casca, considerada la última bruja de Trasmoz, despeñada por un barranco por sus vecinos, hartos de sus hechizos y males de ojo. Se dice que desde entonces -era el siglo XIX-, su espíritu vaga por el pueblo ya que tal era su maldad, que ni el mismísimo demonio la aceptó en el infierno.
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¿Has sentido alguna vez esas cosas punzantes en la nuca? Son ellos…